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domingo, 20 de noviembre de 2011

 
Todo lo que podía ver era su rostro. Sus ojos que brillaban como la mantequilla derretida y su rostro que parecia casi severo en la profundidad de su emoción. Y entonces cuando su mirada se encontró con la mía, su rostro se iluminó con una sonrisa de júbilo que quitaba el aliento.

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